Los aceites esenciales naturales—concentrados de extractos de plantas que conservan el aroma o sabor de la planta original—han ganado popularidad en los últimos años. De hecho, en 2016, esta industria estaba valorada en unos 7 mil millones de dólares, mientras que en 2022 su valor de mercado ascendió a casi 22 mil millones de dólares, con una previsión de crecimiento anual del 7.9% hasta 2030.
Es más, si llevas un estilo de vida "ecofriendly", es posible que hayas visto a muchas influencers recomendándolos/vendiéndolos o que también los hayas visto como ingredientes en recetas caseras de cosmética, limpieza del hogar o, incluso, para el tratamiento de algunas enfermedades.
Entonces, si son tan maravillosos y tienen un futuro tan prometedor, ¿por qué no los vendemos en LESS? Pues porque, como veremos a continuación, esta creciente demanda lleva asociados unos riesgos ambientales (y en algunos casos también de salud) considerables y que no casan con los valores que queremos promover en nuestra tienda.
En esta entrada de blog analizaremos el impacto ambiental de los aceites esenciales, abarcando desde su cultivo a sus métodos de extracción y sus posibles implicaciones ambientales, sociales y de salud.
1. Cultivo y agricultura
Para producir un pequeño botecito de aceite esencial se requieren cantidades enormes de la planta. Por ejemplo, para elaborar 1 kilo de aceite esencial de lavanda, uno de los más populares y “fáciles” de producir, se requieren alrededor de 150 kg de flores. Esto supone que para obtener un rendimiento promedio de unos 14 kg anuales de aceite esencial (y suponiendo que las plantas estén sanas y aptas para fabricar el aceite), se necesitaría, al menos, una hectárea de terreno. Imagínense la cantidad de terreno y recursos que harían falta para elaborar otros aceites esenciales más selectos, como el de rosas, en el que se requieren de 2 a 4 toneladas de pétalos para elaborar un único litro de aceite esencial.
Aunque afortunadamente no siempre es así, las grandes marcas comerciales obtienen sus materias primas de grandes plantaciones de monocultivos (toda la tierra disponible se dedica para cultivar una sola especie), una práctica que puede contribuir a la deforestación, la pérdida de biodiversidad y a la degradación del suelo. En otros casos, se cultivan en ambientes controlados o invernaderos, lo que normalmente significa un mayor uso de energía para regular las condiciones de temperatura y humedad.
Además, no es solo una cuestión de espacio, sino que también debemos tener en cuenta la cantidad de agua (concretamente, la lavanda y la rosa requieren bastante), pesticidas y uso de fertilizantes que también pueden contribuir significativamente al impacto ambiental del producto. Evidentemente, hay prácticas mejores que otras, pero por muy ecológico que sea el cultivar, no podemos negar la cantidad de recursos naturales que se requieren para la producción de los aceites esenciales.
2. Presión sobre determinadas especies
Algunos aceites esenciales populares, como el de cedro o el sándalo, proceden de plantas incluidas en la Lista Roja de Especies Amenazadas de la IUCN. Un aumento en la demanda de este tipo de productos podría incrementar aún más la presión sobre estas especies.
También, el hecho de que para satisfacer el mercado se planten especies foráneas puede conllevar un riesgo para las especies autóctonas, las cuales pueden verse desplazadas o incluso amenazadas y, por tanto, que se contribuya a la pérdida de biodiversidad.
3. Métodos de extracción
El impacto ambiental de los aceites esenciales también depende del método de extracción utilizado. Los más comunes son la destilación por vapor, el prensado, rozamiento, maceración o la extracción con solventes volátiles, como el alcohol o el cloroformo, todos ellos muy costosos desde el punto de vista energético y/o del requerimiento de agua.
4. Motivos socioeconómicos
Una de las razones por la que los aceites esenciales se han popularizado tanto a nivel particular ha sido gracias a las estrategias de marketing de las empresas más famosas que comercializan estos productos. La mayoría de estas grandes corporaciones funcionan a través de marketing multinivel o de redes, a partir del cual cualquier persona puede convertirse en distribuidor y se le incentiva, no solo por sus ventas directas, sino por “convencer” a otras personas para hacerse distribuidores.
No estamos para nada a favor de este modelo de negocio, ya que no solo creemos que no es justo para el/la vendedor/a —los cuales ganan por comisiones de venta y no por su trabajo—sino que, además, fomenta un consumismo irracional a través de un marketing agresivo que no puede estar más alejado de nuestros principios.
Por otro lado, el hecho de que la industria se concentre en un par de grandes corporaciones hace que para pequeños productores (que también los hay) sea imposible competir con los precios, lo que perpetúa las desigualdades económicas. Además, no es de extrañar que estas empresas busquen mejorar sus márgenes de beneficios obteniendo las materias primas o trasladando su producción a países en vías de desarrollo, donde los salarios son más bajos, las condiciones y los derechos de los trabajadores son peores.
5. Toxicidad
Que sean naturales no quiere decir que sean inocuos. Existen algunos aceites esenciales que son tóxicos para algunas especies (por ejemplo, el de lavanda es tóxico para los gatos) e incluso pueden funcionar como larvicidas o insecticidas naturales. Muchos son altamente inflamables (lavanda, árbol del té, eucalipto…) y otros hasta pueden ser peligrosos para la vida marina y, por tanto, se debe tener especial cuidado para evitar que entren en contacto con una fuente de agua (por ejemplo, el desagüe) o a la hora de desechar los envases vacíos.
A pesar de que toda esta información debería estar indicada en la etiqueta o en la web del producto, no siempre es el caso y hay que preguntar a la marca para que nos la dé.
En resumen, si nos acogemos a la definición estricta de sostenibilidad, la producción de aceites esenciales es, simplemente, insostenible y, por tanto, no nos sentimos cómodos vendiéndolos ni promocionando su consumo para uso personal. Si a pesar de todo lo que hemos explicado, por las razones que sean, quieres continuar usando aceites esenciales de forma habitual, al menos ten en cuenta los siguientes factores:
1) Opta por marcas pequeñas con producción local y/o propia y, a ser posible, con certificación ecológica.
2) Úsalos de forma responsable: gasta los que ya tienes antes de comprar nuevos, guárdalos de forma adecuada para que te duren más tiempo, espacia su uso y respeta las dosificaciones.
3) Elige variedades de plantas de cultivos menos exigentes (por ejemplo, el limón), que requieran menos recursos para su elaboración o que simplemente se den de forma natural en tu localidad (lavanda o romero).
4) Explora alternativas más sostenibles como, por ejemplo, los hidrolatos (un subproducto de la fabricación de los aceites esenciales, con propiedades similares, pero más diluidos), las infusiones o las hierbas secas, los cuales pueden proporcionar los beneficios aromáticos de los aceites esenciales pero tienen menor impacto.