Resulta sorprendente que el movimiento zero waste haya llegado tan lejos. Aquellas fotografías que salían en los medios hace algunos años, de auténticas rara avis que confesaban poder acumular los residuos de todo un año en un bote de cristal, ya no resultan tan extrañas en un panorama en el que cada vez más personas están concienciadas con el consumo responsable.
Al fin y al cabo, ¿no debería ser lo normal intentar vivir más en sintonía con lo que nos rodea? Que sí, que la pandemia y sus guantes de plástico, sus mascarillas campando a sus anchas por las calles y el gel hidroalcóholico que -todavía- no se vende a granel nos han puesto a prueba, pero también es cierto que nunca habíamos tenido tantas herramientas a nuestra disposición para, al menos, procurar reducir los residuos que generamos.
Como ya comentábamos anteriormente, el zero waste no es otra cosa que usar la tecnología, los recursos y la información con la que contamos hoy en día para hacer una vuelta a los orígenes mucho más consciente. Porque esto no va solo de comprar bolsas de tela ‘cuquis’ y creer que el papel es la solución a nuestro conflicto con los plásticos, sino que es todo un compromiso con un modelo de consumo diferente.
[ALERTA DE SPOILER] Aunque nos pasemos todo el tiempo hablando de zero waste, debemos tener claro que la meta del residuo cero es imposible y que lo más correcto sería hablar del término low waste. Esto no significa que no podamos hacer mucho por minimizar nuestros residuos y, a través de los consejos que te damos, podrás comprobar que el camino no es tan difícil.
En cualquier caso y, como siempre repiten las madres, nadie nace aprendido. Lo primero es tener la inquietud y, con el tiempo, ir adquiriendo los hábitos y costumbres que nos harán llegar a ser los fucking amos del zero waste en Canarias. Y es que si hay un lugar donde hemos sido testigos de un aumento de la conciencia medioambiental son nuestras Islas y, aunque todavía queda mucho por recorrer, estamos en el lugar adecuado.
6 pasos fundamentales para empezar el camino hacia el zero waste
Como en LESS nos van los retos y, realmente, creemos que hay muchas formas de consumir de manera responsable, hemos desarrollado una pequeña guía para ilustrar a los lectores en su camino hacia el low waste. Y es que lo primero que debemos tener claro es que esto es un trayecto, con sus altibajos y momentos en los que echaremos en falta aquel champúqueolíatanbienperoqueeseldemonioporquenoescrueltyfreeycontaminalosmaresyencimavieneenunbotequenopuedoreutilizar.
En el fondo, el low waste es como empezar a dejar de echarle azúcar al café. Al principio parece que nos tenemos que privar de lo que nos gusta, pero luego, nuestro paladar se adapta sin darnos cuenta. Con el residuo cero ocurre lo mismo: al comenzar tendremos la sensación de que estamos renunciando a ‘comodidades’ de la vida adulta, pero pronto nos daremos cuenta de que no son necesarias. Empecemos entonces con el paso a paso:
1. Auditoría de residuos
Este es el momento de hacer una revisión exhaustiva de lo que consumes a diario, de lo que tienes en casa para comer o para limpiar, de lo que consideras que es un desperdicio según tu estilo de vida y de lo que puedes empezar a gastar antes de que se caduque (o se quede para siempre en los estantes de tu casa).
Es importante revisar la basura para conocer dónde estamos desperdiciando más y así tomar decisiones. Nos dará la información necesaria para plantearnos cómo sustituir o solucionar la situación. Por ejemplo:
Si lo que más gastamos son envases, como las bandejas de poliespán, la solución será tan sencilla como acudir al supermercado con tuppers o a la frutería con bolsas propias.
Si lo que más abundan son los bricks de leche, podemos empezar a hacer nuestras propias leches vegetales (te explicamos cómo aquí). También podemos pasarnos a formatos más grandes, o reciclables y reutilizables, como las botellas de vidrio en las que algunas marcas envasan la leche fresca de vaca o incluso las de plástico, que, a pesar de que están demonizadas, son más fáciles de reciclar que los bricks.
Pero, si lo que más abunda en tu basura son los desechos orgánicos, quizás es el momento de replantearte si estás comprando más de lo que necesitas o te da tiempo a consumir.
2. Usar lo que tenemos
Antes de venirnos arriba y arrasar con todos los productos de nuestra tienda a granel, procura calmar tu despertar eco e intenta mantener una perspectiva objetiva. ¿Te sientes ahora más relajado? Enhorabuena, estás en el punto adecuado.
Este paso puede parecer el más complicado, pero es todo lo contrario. En la transición hacia el zero waste, este es uno de los momentos en los que más se aprende. Es justo cuando nos aventuramos a investigar recetas, trucos y consejos que nos pueden ayudar a ir gastando lo que ya tenemos.
En la cocina es también una buena excusa para hacer que se despierte nuestra creatividad, con recetas de aprovechamiento de toda la vida y con los inventos que se nos ocurran al abrir la despensa y pensar qué podemos comer en el día sin acudir al supermercado. En este punto hay que ser lo suficientemente responsable como para no dejarnos guiar por el marketing eco. De nada sirve tener unos tuppers de cristal súper cuquis si lo que hacemos es tirar todos los tuppers de plástico que tenemos en casa. Lo mismo pasa con las cuberterías de bambú ecofriendly, que no son necesarias si ya tenemos una convencional en casa que podemos usar perfectamente.
Esto también aplica al ámbito de la cosmética, donde lo primordial es dar salida a productos que hemos dejado de utilizar. Por ejemplo, no corras a comprarte una pastilla de champú sólido si todavía tienes un bote de champú en casa a medio usar . Por supuesto que, llegados a un punto, los productos sostenibles pueden ser opciones muy interesantes, pero en el camino al zero waste la mejor alternativa será siempre usar primero lo que tenemos y, cuando lo terminemos o se rompa, podremos acudir a este tipo de opciones.
3. Definir hábitos de manera gradual
Insistimos, no te vengas arriba. El zero waste es un movimiento que promueve un consumo consciente y lleva tiempo cambiar los hábitos. En la auditoría del primer paso has repasado todo aquello que te hace generar más desperdicio, así que ahora es el momento de aportar soluciones punto por punto.
Una buena forma de hacerlo es comenzar el proceso por habitación. Es posible que el cambio más sencillo lo puedas empezar por el baño. Si ves que ya has acabado con tu cosmética habitual, puede ser el momento de empezar a sustituirla por cosmética sólida.
En la cocina, quizás sientas que quitarte tus ‘golosinas’ o productos congelados envasados sea too much y aún no estás preparadx para hacerlos tú mismx o dejar de comprarlos. Puede que te interese más empezar por los productos de limpieza o por cambios sencillos, como acudir al supermercado con tupper y bolsas para la compra. En estos casos, lo más recomendable es definir un aspecto en el que centrarse e ir adquiriendo el hábito.
Por ejemplo, te encanta el ‘pan sin mierdas’ de Rustiko Panadería que vendemos en LESS. Sin embargo, tardas mucho en comerlo y se te echa a perder. La solución es tan simple como cortarlo en rodajas, congelarlo y sacar a diario solo la dosis que vayas a consumir para el desayuno o cualquier otra comida. Ocurre lo mismo con las verduras que se te acumulan en los cajones durante esas semanas en las que quieres ser la persona más healthy de la tierra. Oblígate a usarlas y haz un compromiso contigo mismo para no terminar tirándolas. Incluso si parece que empiezan a estropearse, con la organización adecuada les podrás sacar todo el partido.
Lo fundamental es empezar: crear el hábito y seguir haciendo las modificaciones que se puedan, siempre dentro de las posibilidades y límites de cada persona.
4. Planificar compras y rutinas
El ejercicio previo de auditoría y organización que ya has hecho te va a ayudar a ser mucho más consciente sobre tu nivel de desperdicio. Esto te va a permitir planificar mejor tus compras y rutinas. Lo más recomendable es trabajar estos aspectos de forma semanal, lo que te permitirá saber con cierta antelación qué pretendes comer durante los siguientes siete días y qué necesitas para elaborar esa comida.
Esto también aplica al ámbito de la limpieza. ¿Vas a hacer un zafarrancho a fondo en casa o apenas necesitas hacer un mantenimiento de suelos, lavadoras y poco más? Este tipo de preguntas son las que te ayudarán a ser cada vez más consciente y te permitirán escoger con criterio.
También, en este paso de planificación, es importante pensar cómo hacer la compra. Lo interesante de LESS (ojo, que aquí viene la promo) es que es un buen sustituto del supermercado convencional y permite conseguir prácticamente todo lo necesario para el día a día. En cualquier caso, lo mejor es optar siempre por establecimientos que te permitan hacer la compra a granel (guiño, guiño), a los que puedas acudir con tus bolsas de tela, tus tuppers y tus botes de cristal, y volver a casa con la seguridad de que vas a utilizar todo lo adquirido en la tienda.
También es recomendable tener muy presentes las cantidades que vas a consumir. En el día que te quieres lucir en una cena ante tus amigos, ¿realmente es necesario comprar un kilo de arroz de sushi? O, ¿para qué adquirir un bote entero de esa especia tan exótica que solo vas a usar una vez cuando puedes adquirir solo unos gramos? Este tipo de reflexiones te harán ser mucho más responsable a la hora de hacer la compra y, sobre todo en el caso de los productos frescos, evitarás muchísimo desperdicio innecesario.
5. Cuestionarse continuamente lo que compramos
Todo el que practica el zero waste debe tener también un punto de vista crítico. Al fin y al cabo, lo que pensabas en un momento dado que podía funcionar, es posible que no lo puedas continuar en el tiempo. Y no pasa nada.
No obstante, sí que es necesario cuestionarnos a nosotros mismos y a las elecciones que hacemos a la hora de comprar. ¿Voy a utilizar realmente este bastoncillo reutilizable para los oídos? ¿Me gusta la zanahoria lo suficiente como para comprar 5 kilos? ¿Este utensilio de limpieza es lo suficientemente duradero para no tener que comprar otro en un par de meses? ¿Tengo tiempo para ponerme a hacer compost o solo quiero presumir en Instagram?
También hay que tener presente que ni siquiera los productos ecofriendly están libres de impacto. Pueden ser buenas alternativas a los productos contaminantes, pero no tiene sentido arrasar con todos los artilugios del mercado si luego no pretendemos usarlos. Es decir, la tacita plegable de café está muy bien, pero ¿para qué la queremos si tomamos siempre el café en el bar o en casa? Pasa igual con las famosas pajitas de acero o silicona, que solo son necesarias si verdaderamente usamos pajitas de forma habitual.
En este sentido, también es interesante plantearnos a quién compramos, cómo se produce y cuál es el impacto de fabricar ciertos productos. Nos pasamos la vida demonizando al plástico, pero luego recurrimos a opciones como el agua en brick, un envase al que difícilmente le podremos dar una segunda vida, o a las bolsas de fécula de maíz que, a pesar de que se vendan como biodegradables, necesitan unas condiciones muy específicas para hacerlo (condiciones que hoy por hoy no tenemos y, por tanto, el resultado es que ni se degradan ni se reciclan).
Nadie tiene la verdad absoluta en la reducción de residuos, pero siempre viene bien hacer un ejercicio de honestidad, observar nuestra realidad desde fuera y ser lo más eficientes que se pueda.
6. No fustigarse (lo estás haciendo bien)
Ten muy presente este consejo. ¿Sabes eso que dicen los deportistas de que no se lesiona el que no hace nada? Este camino es muy parecido. El que no se plantea cambiar sus hábitos, nunca podrá dar lecciones sobre cómo hacer bien las cosas o cómo reducir residuos. Cualquier pequeño paso que hagamos para evitar desperdicios y sumarnos al consumo responsable es, de por sí, un logro.
Precisamente, como ya indicábamos antes, nos gusta hablar de low waste más que de zero waste porque la aspiración del residuo cero es una utopía. El mero hecho de existir, consumir y, en definitiva, vivir, supone ya un impacto para el entorno. No tenemos que meter toda nuestra basura de un año en un tarro de cristal (de hecho, habría que tener en cuenta el estilo de vida de la persona que lo consigue, porque no todo el mundo tiene los medios necesarios para lograrlo). Se trata de ser honestos con nuestras posibilidades y hacer lo que esté en nuestras manos para reducir el consumo.
No te obsesiones, no intentes compararte y deja que los hábitos se adapten a tu día a día. El zero waste es un camino que suscita muchísimas dudas, pero al mismo tiempo -te lo aseguramos- es un proceso de lo más gratificante.